Alicia se enteró por la prensa, tomó la noticia con incredulidad pues pensaba que se trataba de una conspiración de los Reyes de Picas y de Diamantes para detener las multitudinarias manifestaciones en torno al estallido social, sin embargo, la notificación que recibió en su celular, firmada personalmente por sus majestades de Trébol y Corazones, la hicieron comprender que se trataba de una tremenda realidad, “usted no se preocupe, estamos listos para enfrentarla y garantizar su bienestar, ¡no llegaremos tarde!”, la pandemia se había instalado en Wonderland  y el virus podría convertirse en endémico y por lo tanto no irse nunca. Entonces, se activaron los protocolos de emergencia con que se haría frente a esta catástrofe mundial. Alicia ya no iría a Plaza de la Dignidad, el viernes próximo, quizás hasta cuando, lo aceptó como algo transitorio y decidió dejarse llevar, pasó de estado libertario a estado cuarentena en un pispás, se dejaría llevar por las medidas que las majestades de Wonderland comenzaban a dictar.

El plan “Pandemia Segura” invitaba a aceptar nuevas formas de convivencia, incluso con la posibilidad de contagiarse del virus, para lo cual era necesario realizar cambios permanentes como sociedad que permitieran el mantenimiento de un bajo nivel de contagio en los próximos años. Así, un primer enfoque de medidas apuntó a resolver problemas derivados del distanciamiento social, y convertirlos en oportunidades para la descentralización, la economía local y la vivienda digna, se implementó un plan de reubicación de familias en zonas rurales, con bonos del estado a perpetuidad para poblar zonas con potencial de cultivo de alimentos orgánicos y construcción de viviendas espaciosas adaptadas para el homeschooling y el teletrabajo, se dio beneficio tributario a compañías de telecomunicaciones para que iluminaran estas zonas y a desarrolladores de plataformas y experiencias virtuales que permitieran el contacto con otros, el desarrollo del ocio y la entretención.

Alicia sería una de las primeras en postular, le encantaba el sur, era un lugar mágico como de cuentos.  Absolem, el padre de la ciencia de Wonderland, dispuso medidas inmediatas que apuntaban a una alimentación de calidad, su programa COCOAS, era la sigla que promovía: Consumo local, Cocina en casa, Alimentos saludables y Seguridad e higiene de alimentos. Como era lógico, el confinamiento de las personas implicaría la reducción de actividad física y por consiguiente podría incrementar los índices de obesidad, algo que debía evitar. Mientras fumaba narguile (decía que era más sano que el tabaco), también pensó en las poblaciones de riesgo como son los adultos mayores, las mujeres  embarazadas y los niños, el futuro de Wonderland, y modificó no solo por la emergencia sino que para siempre la manera de acceder a los servicios de salud, ya no era necesario ir al consultorio, ahora la consulta iba hasta el lugar del paciente, utilizando las plataformas digitales para potenciar la telemedicina y también de manera presencial con visitas seguras programadas para la toma de exámenes y aplicación de medicinas farmacológicas y ancestrales a domicilio, llamó a su plan “La Salud Consciente”. El Ministro del Trabajo por su parte, conocido por sus excentricidades (era víctima de contaminación de mercurio), desafió todos los estándares y convirtió en oportunidades la tormenta, apuntando a la protección de los trabajadores y los empresarios, un plan que incluyó trabajo remoto y oficina, esta última sólo después de garantizar la adaptación del espacio laboral, con las recomendaciones de distanciamiento y de higiene, y el ingreso en horarios y días diferidos. La aplicación de estas medidas, traería consigo beneficios económicos tanto para empleador como para el trabajador, como también un aumento en los índices de productividad gracias al uso de la tecnología y herramientas colaborativas online. “En toda crisis hay una oportunidad, todo depende del sombrero con que se mire”, repetía en cada intervención pública. “¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡No voy a llegar tarde!” exclamó el Ministerio de Transporte, mientras miraba su reloj, rápidamente, rediseñó los protocolos para usuarios y operadores del transporte público con una trazabilidad de contacto durante todo el viaje, los protocolos de acceso, los sistemas de ventilación, implementó chequeo constante de síntomas, uso de mascarillas y puntos de sanitización.

Alicia sentía que solo debía cuidarse, porque los Reyes de Wonderland, Picas, Diamantes, Trébol y Corazones, en amplia concordancia de intereses se habían tomado en serio la pandemia para que ella y el resto de los habitantes pudiera adaptarse en bienestar a lo que sería la nueva normalidad. En efecto, todo lo conocido hasta ahora, tras la aparición de la pandemia, había dejado de ser normal y solo un necio o alguien con micropsia, visión o alucinación liliputiense que percibe las cosas mucho más pequeñas y alejadas de lo que está en realidad, pensaría en volver a ella. Para Alicia, esta pandemia era la oportunidad de enfatizar valores fundamentales y reivindicarlos, como la solidaridad, el amor al prójimo, la amistad, el interés colectivo y el consumo responsable incorporando nuevos hábitos de consumo, prefiriendo productos con trazabilidad en la cadena de suministros, el comercio local y con consciencia ambiental. Si las cuarentenas no te dejaban salir, entonces podías ir hacia adentro, explorar tu propia esencia y magia interior. En efecto, Wonderland le daba la posibilidad de seguir sonriendo hasta hacer desaparecer la pandemia y no quedara más que una amplia sonrisa, porque aunque podrías ver a una persona sin sonrisa, nunca verías una sonrisa sin persona.

Un sentimiento de paz y bienestar la inundaba, como en trance o en estado onírico. Sintió como si se elevara, como si tuviera de pronto amplios poderes. Tomó el frasco vacío de mermelada de naranja y lo dejó en la despensa que ahora subía junto a ella en el túnel vertical, arriba se veía la luz. Cuando logró incorporarse, sus amigos reían a carcajadas alrededor suyo, “tremenda volada te pegaste” repetían, mientras Alicia se incorporaba y se prometía nunca más comer otro de esos hongos. “¡Vamos por una chelas, cabros! Me depositaron el 10%, el Mall Costanera está abierto y el patio de comidas funcionando. ¡Yo me rajo! Vámonos en metro para llegar más rápido” exclamó mientras intentaba ponerse la mascarilla.

Publicista. Escritor. Artista Multimedia. Director de experiencias online que han impactado a millones de personas.

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